El Mecánico
Actualizado: 23 abr 2022
“He fallado una y otra vez en mi vida. Esa es la razón principal de mi éxito.” - Michael Jordan

Cada futbolista profesional está seguramente viviendo un sueño de infancia, pero la carrera de Dado Pršo es más de cuento de hadas que cualquier otra. Incluso antes de que su carrera en Ibrox despegara, los guionistas de Hollywood tendrían que recorrer un largo camino para recrear el cuento de la vida de este extraordinario jugador.
Dado prometía ser una estrella. Era un jugador talentoso de apenas diecinueve años, y tenía todo por delante. Había llegado desde su natal Croacia con la esperanza de triunfar en el fútbol francés. Pero lo cierto es que nadie lo quería en su equipo. Dado empezó a culpar a su talento por estas circunstancias, aunque lo cierto es que tenía más que ver con la suerte, más específicamente con la mala suerte.
Fue entonces que el prometedor croata empezó a ahogar su depresión en fiestas y bebidas alcohólicas. Para pagar estos gastos se integró al Rouen, un club pobre de la tercera división de Francia. Por supuesto que, por su estado lamentable, apenas jugó unos diez partidos.
A Dado el fútbol, poco a poco, dejó de interesarle. Le gustaban las salidas nocturnas, el descontrol de las discotecas, las fiestas a altas horas de la noche. Pero luego, cuando el sol salía y Dado se despertaba, la depresión lo dejaba acorralado. En cierta ocasión le dijo a un amigo croata que se había convertido en un holgazán, una persona que gastaba los pocos pesos que tenía en discotecas caras de la costa de Normandía.
A los pocos días de su fichaje en el Rouen, Dado superó los cien kilos de peso. Era sin dudas el fin de su carrera, incluso antes de que empezara a despegar.
Sin embargo, lo que él consideraba el final fue en realidad el comienzo. Dado no sabía lo que le esperaba cuando, casi sin ánimos, llegó a la discoteca que solía frecuentar. Allí, una hermosa mujer de nombre Carole estaba acodada en la barra y de inmediato llamó la atención del croata. Era una llamada del destino, un canto de sirenas provocado por la belleza de Carole.
Dado tampoco podía saber que Carole sería su futura esposa, y la principal responsable de cambiar su carrera. Luego de esa noche mágica, los dos jamás se separaron. Fue amor a primera vista, un amor que revolucionó la vida de ambos. Al poco tiempo se mudaron a Saint Raphael, al sur de Francia, donde él empezó de nuevo su carrera deportiva jugando para el equipo local. En sólo veinte encuentros, hizo siete goles.
A partir de entonces, la historia de Dado y Carole no sólo los hizo felices a ellos, sino que trajo felicidad a muchísimos, incontables hinchas alrededor del mundo.
En Croacia, Pršo es ahora un ídolo futbolístico, asumiendo el papel de grandes como Suker, Boban y Boksic. Todos los anuncios de televisión del país parecen tenerlo como protagonista y su imagen se irradia desde las vallas publicitarias de todas partes.
Pero no hace mucho tiempo, Dado era un semi profesional que ganaba un modesto dólar al día en la zona más baja del fútbol francés.
Un hombre más
Nacido en 1974, Dado jugó al fútbol de niño en el puerto de Zadar. Al poco tiempo, Hajduk Split lo descubrió. Pero sin ningún tipo de patrocinio poderoso, tuvo que luchar duro por conseguir un puesto.
Para peor, los médicos de Split le diagnosticaron un latido irregular. Algo realmente muy raro, ya que desde que dejó Split no ha mostrado ningún síntoma de problemas cardíacos, médicos o de ningún tipo. A pesar de la guerra que se libró en su país, Dado se había formado una liga nacional de fútbol y abandonó el Hajduk para fichar por el entonces equipo de la Premier, el Pazinka 1992.
Jugó para ellos por 50 libras el mes antes de que la Tercera División de Rouen, en Francia, lo llamara después de una breve negociación. Después de conocer y casarse con una chica del lugar, Carole, y mudarse a la Costa Azul, Dado se unió a su ciudad natal y al club de la Cuarta División, San Rafael.
Allí fue donde trabajó como mecánico de autos. En 1996, mientras Suker, Boban, Asanovic y sus amigos estaban en Euro'96, nuestro amigo Dado estaba arreglando motores.
Nadie podía adivinar que ese jugador de, en ese entonces 21 años, podía esperar ser la estrella de Croacia ocho años más tarde, pero la suerte de Dado cambió cuando los entrenadores de Mónaco vieron algo en él.
